Por: OFG de Redes Sociales - Deporte & Vida
En una jornada épica y desgarradora en la Strade Bianche 2025, Tadej Pogacar demostró al mundo por qué es considerado un titán del ciclismo. La carrera, envuelta en la belleza y el desafío de la Toscana, se transformó en un escenario de drama intenso cuando, a solo 50 kilómetros de la meta, el campeón esloveno sufrió una caída devastadora que lo dejó tambaleándose entre las sombras de la duda. Pero en el corazón de Pogacar, la llama de la determinación nunca se apagó.
Luchando contra las heridas y el dolor, el esloveno se levantó con una rabia renovada, decidido a no dejar que este obstáculo le robara la victoria. Con el dorsal 1 en su espalda, se lanzó en una feroz persecución tras Tom Pidcock, quien había tomado la delantera, pero no sin antes dejar una estela de admiración por el trabajo del joven Isaac del Toro. Aunque su participación no fue la que muchos esperaban, su presencia en el grupo principal fue un recordatorio de que el futuro del ciclismo también se asoma con fuerza.
A medida que la carrera avanzaba, el terreno se tornaba cada vez más exigente, y Pogacar, con su talento innato, comenzó a desmantelar a sus rivales. Con cada subida y cada curva, mostró su maestría en el arte de la carrera, dejando una impresión indeleble en los corazones de los espectadores. La presión aumentó cuando, en el sector de San Martino in Grania, Pogacar lanzó un ataque devastador que cambió el rumbo de la competencia.
Lo inesperado. Con el grupo de perseguidores a casi 1 minuto y medio, la calma se apoderó de la carrera. Hasta entonces, Pidcock había mantenido la emoción de una Strade que sin su presencia habría calcado el guion del año anterior. La gran sorpresa vino con Swift, que apareció de la nada como último superviviente de la fuga para acompañar en su aventura a los dos titanes. O al menos, esa circunstancia parecía la mayor sorpresa…
A falta de 50 km, Pogacar se vino arriba y acabó por los suelos. El esloveno arriesgó en exceso en una bajada, trazó mal en una curva y sufrió una dura caída. Los gestos de incredulidad de Pidcock lo decían todo. Por fortuna, Pogacar cayó a una zona de zarzas y se detuvo rápido, por lo que se puso en pie enseguida para iniciar la persecución sobre el británico.
Tras cambiar una segunda vez de bici, y muy magullado, Pogacar metió el turbo para cazar a Pidcock, que ya rodaba en solitario tras descolgar a Swift. Los 25 segundos que llegó a tener el del Q36.5 de ventaja se redujeron a la mitad en un abrir y cerrar de ojos, momento en el que Pidcock, todo un gentleman, decidió esperar a Pogacar.
A partir de ahí, la carrera fue definitivamente cosa de dos. El dolor no mermó a Pogacar, por suerte para él y para desgracia de Pidcock, y a falta de los últimos sectores de tierra el esloveno, que no se vio atacado por su acompañante, lo tuvo claro. Con un cambio de ritmo demoledor, sentado, y poniendo los watts al rojo vivo, 650 watts por poco más de 1 minuto bastaron, el esloveno se marchó como quiso en la subida a Colle Pinzuto y cortó de raíz la emoción que la carrera tuvo hasta ese punto.
Mientras los vítores resonaban en el aire, Pogacar, con lágrimas de felicidad y orgullo, se erigió como el indiscutible rey de la Strade Bianche. A su lado, llegando varios minutos después a meta y con menos protagonismo, Isaac del Toro dejó entrever su potencial, una estrella en ascenso que, aunque aún no brilla con la misma intensidad que Pogacar, promete convertirse en un personaje clave del ciclismo mundial.
La Strade Bianche 2025 quedará grabada en la memoria no solo como una victoria más para Pogacar, sino como un hito que marcó su indomable espíritu y la llegada de nuevas promesas en el pelotón. El viaje de Pogacar continúa, y su legado, cargado de emoción y hazañas, apenas comienza a desvelarse.
Gregario / Fabi Mazariegos
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